viernes, 18 de enero de 2013

Él nos sigue llamando


Un aniversario

El miércoles 16 pasado, mi comunidad parroquial vivió un momento muy significativo al recibir a tres sacerdotes que habían elegido a Ticul para iniciar el recorrido de sus 25 años como sacerdotes de Cristo: Monseñor Jorge Carlos Patrón Wong, Pbro. Doctor Jorge Carlos Menéndez Moguel y Pbro. Juan Pablo Mex y Caamal.

Durante la celebración eucarística, los tres sacerdotes expresaron sus pensamientos sobre Ticul y su gente, su devoción particular, su compromiso como parroquia y su incansable oración por las vocaciones sacerdotales y la santificación de los presbíteros…

Esta experiencia fue, más que una simple Misa (que nunca lo es en sentido estricto), me hizo descubrir la urgencia de ser trabajador activo en este gran campo llamado “Viña del Señor”. En ese momento me sentía tan pequeño al mirar dicho campo, pero una fuerza sobrenatural que nacía de mi interior me decía que algo se tiene qué hacer.

El papel más importante no es de una vocación específica, sino la de cada vocación que la hace con amor y según el querer de Dios, quien llama a servirlo en su Iglesia sea como sacerdote, sea como religioso o religiosa o como laico comprometido.

A veces, pensamos que solo los consagrados pueden ser y vivir como santos, pero no nos ponemos a pensar que nosotros como laicos somos protagonistas de nuestras realidades: pues nadie mejor que nosotros conocemos nuestra gente, nuestras familias, nuestros amigos, colaboradores, trabajo, etc. Es por eso que, en medio de tantas voces, todas buenas, pude escuchar (y la sigo escuchando) Aquella Voz que me dice: “No temas, háblales de Mí”. Pero ahora te preguntarás. ¿Y qué tiene qué ver esto con el aniversario sacerdotal? Pues tiene que ver, y mucho: como laicos, debemos tener muy presente aquel momento en el cual el Señor nos salió al encuentro, como lo ha hecho con la samaritana, Zaqueo, Mateo, la mujer pecadora… y les cambió la vida. 

Todos podemos tener la oportunidad de encontrarnos con Él, simplemente hay que querer encontrarlo… Como los enamorados no olvidan el día de su primer encuentro, así nosotros, como fieles cristianos, no debemos olvidar el día en el que el Señor nos llamó a ser sus colaboradores dentro de su Iglesia. 


viernes, 4 de enero de 2013

Oro, Incienso y Mirra


La verdadera devoción a la Epifanía

Se dice que una joven llamada Mercedes solía hacer grandes fiestas cada 6 de enero, en honor a los Tres Reyes Magos: Gaspar, Melchor y Baltazar. 

Ella hacía grandes banquetes ese día; luego de una novena con abundancia de comida, terminaba con una visita al santuario de Tizimín, pero no entraba a Misa, sino que iba a hacer su  “visita a los Reyes”. 

Un día, tuvo un sueño: era como si ella estuviera llegando al portal de Belén, pero en vez de acercarse al Niño Jesús, ella se dirigió a saludar a los Sabios de Oriente que habían llegado casi al mismo tiempo que ella. Entonces el recién nacido lloraba sin cesar. Cuando se dio cuenta de esto, se acercó al Niño Jesús, y le pareció que Él le había dicho: “No te olvides de Mí”. Entonces despertó en ese instante y comprendió que el festejado principal cada 6 de enero, no son los Reyes Magos, sino el Niño Jesús, a quien habían ido a visitar aquellos Sabios de Oriente.

Muchas veces, esto es lo que nos puede pasar: pudiera ser que le damos más importancia a los personajes secundarios, pero al Festejado ni lo saludamos ni lo honramos. La fiesta del 6 de enero recuerda a aquellos Sabios de Oriente que, al ver la estrella, fueron hasta el portal de Belén a adorar al Rey de los Judíos y a ofrecerle sus regalos: oro, incienso y mirra. 

Los regalos son simbólicos: el oro es el reconocimiento de que Jesús es REY; el incienso, es el reconocimiento de que Jesús es DIOS; la mirra es el reconocimiento de que Jesús es verdadero HOMBRE. Por lo cual, como cristianos que somos, podemos hacer de nuestra vida una ofrenda con una triple relación de entrega a modo de compromiso:

1. Ayudar a alguien necesitado, con mucho cariño y respeto, para ofrecerle el oro de mi amor al Niño Jesús.

2. Comprometerme a rezar una oración en familia, todos los días del mes, o meditar el Santo Rosario de manera personal, para ofrecerle al Niño Jesús el incienso de mi fe.

3. Intentar vencer mi egoísmo y mis limitaciones personales que me impiden ser mejor esposo(a), hijo(a), amigo(a), trabajador(a), estudiante... para ofrecerle la mirra de mi vida al Niño Jesús.


Recuerda que el importante en esta celebración es Jesús, a quien van a visitar por los Sabios de Oriente, y no los peregrinos que habían ido a llevarle sus ofrendas de oro, incienso y mirra.