Ya no es un instrumento despreciable
Hoy 3 de mayo, en México celebramos la exaltación de la
Santa Cruz. Al respecto, en este “Viernes de Opiniones” quisiera hacer una
breve reflexión sobre la importancia de la cruz en la vida de todo creyente en
Jesús.
La cruz es un símbolo oscuro para otras religiones. Puesto que
los romanos la utilizaban para darle muerte terrible a sus enemigos y a todo
aquél que se rebelaba contra el imperio, otras creencias ven en ella un signo
repugnante e indigno de ser mirado siquiera.
En tiempos de Jesús, la muerte en cruz era algo que se
podría considerar dentro de lo normal. Los romanos muchas veces habían
torturado a muchos clavándolos en la cruz hasta morir…
Jesús, poco antes de su Pasión, veía asomarse el trágico
desenlace de su vida terrena, mas no vislumbraba que sería de ese modo tan
cruel. Un sacerdote que me dio clases en el Seminario, hacia un comentario que
siempre me llamó la atención: “Jesús no sufrió la muerte más dolorosa; hay
muertes más terribles y sangrientas. Pero lo que hizo de diferente Jesús es que
Él murió en ella siendo el Hijo de Dios”.
Al meditar en este comentario, me doy cuenta que el mérito
de Jesús no está en cómo murió, sino por qué murió. El hecho de haber dado su
vida en el madero de la cruz es circunstancial; si los romanos tuvieran un
método más cruel de martirio, seguramente ése le hubieran aplicado a Jesús.
Pero las circunstancias del momento llevaron a Cristo a abrazar la cruz con
amor, pues había comprendido, desde la sentencia de muerte que pedían para Él
por el pueblo judío, que la cruz sería el medio por el cual la humanidad, a la
que tanto ama, sería redimida.
Así pues, la cruz adquiere un sentido redentor para los
creyentes en Cristo: ya no es el objeto despreciable que solía ser, sino que,
en memoria de aquél gesto tan grande de amor en el cual Dios nos ha manifestado
su amor, el Hijo de Dios le dio un nuevo sentido al madero en el que murió.
Para los cristianos católicos, mirar la cruz equivale a recordar que el amor de
Dios no conoce límites; al contemplar la cruz, nos impulsa a dar la vida a
favor de los demás, como nuestro Maestro la ha dado por nosotros. Por eso yo no
me avergüenzo de portar con respeto una cruz colgada en el pecho, pues esa cruz
me recuerda quién soy, de dónde vine y hacia dónde voy.
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