viernes, 3 de mayo de 2013

La Santa Cruz


Ya no es un instrumento despreciable

Hoy 3 de mayo, en México celebramos la exaltación de la Santa Cruz. Al respecto, en este “Viernes de Opiniones” quisiera hacer una breve reflexión sobre la importancia de la cruz en la vida de todo creyente en Jesús.

La cruz es un símbolo oscuro para otras religiones. Puesto que los romanos la utilizaban para darle muerte terrible a sus enemigos y a todo aquél que se rebelaba contra el imperio, otras creencias ven en ella un signo repugnante e indigno de ser mirado siquiera.

En tiempos de Jesús, la muerte en cruz era algo que se podría considerar dentro de lo normal. Los romanos muchas veces habían torturado a muchos clavándolos en la cruz hasta morir…

Jesús, poco antes de su Pasión, veía asomarse el trágico desenlace de su vida terrena, mas no vislumbraba que sería de ese modo tan cruel. Un sacerdote que me dio clases en el Seminario, hacia un comentario que siempre me llamó la atención: “Jesús no sufrió la muerte más dolorosa; hay muertes más terribles y sangrientas. Pero lo que hizo de diferente Jesús es que Él murió en ella siendo el Hijo de Dios”.

Al meditar en este comentario, me doy cuenta que el mérito de Jesús no está en cómo murió, sino por qué murió. El hecho de haber dado su vida en el madero de la cruz es circunstancial; si los romanos tuvieran un método más cruel de martirio, seguramente ése le hubieran aplicado a Jesús. Pero las circunstancias del momento llevaron a Cristo a abrazar la cruz con amor, pues había comprendido, desde la sentencia de muerte que pedían para Él por el pueblo judío, que la cruz sería el medio por el cual la humanidad, a la que tanto ama, sería redimida.

Así pues, la cruz adquiere un sentido redentor para los creyentes en Cristo: ya no es el objeto despreciable que solía ser, sino que, en memoria de aquél gesto tan grande de amor en el cual Dios nos ha manifestado su amor, el Hijo de Dios le dio un nuevo sentido al madero en el que murió. Para los cristianos católicos, mirar la cruz equivale a recordar que el amor de Dios no conoce límites; al contemplar la cruz, nos impulsa a dar la vida a favor de los demás, como nuestro Maestro la ha dado por nosotros. Por eso yo no me avergüenzo de portar con respeto una cruz colgada en el pecho, pues esa cruz me recuerda quién soy, de dónde vine y hacia dónde voy. 


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