La
importancia del “Gaudete”
Nuestra
Iglesia Católica está llena de simbolismos que van, desde los pequeños
detalles, hasta los más impactantes. Uno
de esos pequeños pero significativos símbolos es el de los colores.
Antiguamente, la Iglesia usaba los siguientes colores para sus celebraciones
litúrgicas:
Verde
para el ordinario;
Morado
para los tiempos de preparación, conocidos también como “tiempos fuertes” y son
Adviento y Cuaresma;
Blanco
para los tiempos más importantes que revelan el misterio de nuestra fe: Navidad
y Pascua.
Rojo
para conmemorar cualquier evento que implique martirio o evoque al Espíritu
Santo.
Azul
para celebraciones de la Virgen María;
Rosado
para el tercer domingo de Adviento (Gaudete) y el cuarto domingo de Cuaresma
(Laetare);
Negro
para las misas de difuntos, incluido Viernes Santo.
Los
tres últimos ya no se usan, porque son colores que en la actualidad no son “necesarios”. Sin embargo, existieron dentro de la liturgia
como indicadores de eventos importantes.
Ahora
bien, les quiero hablar del color rosado: Gaudete significa “estar alegres”
(anunciando e invitando a sentirnos contentos por la próxima llegada del
Salvador), y Laetare significa “desbordar de alegría” (anunciando e invitando a poner los ojos en
Aquél que por amor dará su vida, pero resucitará y vencerá a la muerte para
siempre).
Estamos
a dos días de vivir el tercer domingo de Adviento. Y muchos sabemos que debemos
encender una vela más de la Corona de Adviento. Ahora bien, este domingo
debemos de encender el color rosado. ¿Por qué? Allí va el significado de ese
color dentro de las velas de la Corona: El color rosado indicaba que la
Iglesia, durante su tiempo fuerte de preparación (sea Adviento o Cuaresma), llegaba
una semana especial, porque era una semana completa antes de la última semana, casi
siempre incompleta, como en este caso que la cuarta semana de Adviento será de
2 días, porque el cuarto domingo será el día 23 y dos días después ya es Navidad.
La
vela rosada en las coronas no es cuestión de estética, sino la evidencia de una
tradición bellísima que había en la Iglesia. Todavía sigue sonando su voz en el
silencio, y la luz de la vela rosada nos recuerda que debemos de estar alegres,
porque nuestra espera ya está a punto de terminar y el encuentro con el
Redentor, en la frágil humanidad, se llevará a cabo cuando le demos un
lugarcito en nuestros corazones.
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