La importancia de la gracia
Este viernes de opiniones, quiero
compartir con ustedes, apreciados visitantes, la importancia de la gracia en el
sacramento de la reconciliación.
El hombre en sí mismo es un gran
misterio… ni aún teniendo 100 años podrá decir que se conoce a sí mismo… Esto
quiere decir que en nosotros hay una
vida sobrenatural implantada, que nos hace capaces de aspirar bienes
trascendentales, como el amor, el respeto, la sobrevivencia…
Tristemente, nuestra naturaleza
quedó mortalmente herida por el pecado de Adán y Eva. Muchos me han preguntado:
¿Por qué si ellos (Adán y Eva) fueron los pecadores, nosotros también sufrimos
por su falta? La respuesta es: Porque nosotros somos uno en naturaleza; es
decir, tanto Adán y Eva como nosotros, somos personas, y como ellos mancharon
su naturaleza, nosotros puesto que también somos de su misma naturaleza,
estamos manchados con el pecado… Pareciera injusta esta visión de la
gracia-pecado, pero en realidad fue la libre elección del hombre y la mujer la
que trajo el dolor y la muerte al mundo, no la voluntad divina. Porque Dios no
creó al hombre y la mujer imperfectos, sino perfectos dentro de su naturaleza.
Como seres humanos frágiles,
necesitamos de Dios. Cristo, al hacerse Hombre, vino a reponer aquello que en
nuestra naturaleza se fragmentó. Y no hay modo más bello de experimentar esta
reparación de la gracia que recurriendo a la confesión. Por gracia entendamos “Dios mismo dándose”, es decir, Él
viene a nuestro encuentro para llenarnos de su amor.
Personalmente, este sacramento es como un oasis en el
desierto, como el momento del descanso después de la fatiga diaria, como
encontrarse con uno mismo en la intimidad del corazón…
Si bien es cierto que somos
pecadores, no porque esa fuera nuestra naturaleza, sino porque a eso tiende por
la desobediencia, en Cristo tenemos la
fortaleza y la motivación para alcanzar la gracia y la perfección a la que
estamos llamados desde el primer instante en el que Dios pensó en nosotros y
comenzamos a existir. En esta próxima Navidad, te invito a hacer la prueba
de confesarte antes de este gran Misterio del Nacimiento del Hijo de Dios, para
que tu corazón sea como el humilde pesebre que el Salvador del mundo quiso
por cuna. Quizá tu corazón sea tan pobre como aquel pesebre, pero si está
abierto a la gracia, el Salvador puede acunarse en él.